jueves, 13 de diciembre de 2012

La Misa

¿Habrá alguna otra manera más original para seguir manipulando a los venezolanos? (o quizá debí decir bolivarianos). Acoto acá mismo una definición de lengua fascista que quizá ayude a comprender un poco mejor su desvirtuado significado. Según expresa Barthes: “Pero la lengua, como ejecución de todo lenguaje, no es ni reaccionaria ni progresista, es simplemente fascista, ya que el fascismo no consiste en impedir decir, sino en obligar a decir”. Extendiendo entonces esa significación, se habla del imperio de las palabras y del lenguaje en general, que como bien expresa María Adelia Díaz Ronner, alberga el nacimiento del servilismo y del poder. Si extrapolamos esta idea a los hechos, sería algo así como obligar a hacer. Esta obligación se posibilita cuando deriva de aquellos que poseen una cuota de poder. La acción de fascismo se ejerce sobre un pueblo en la medida que se intente dominarlo, inundándolo con el propio criterio del poderoso, coercionándolo, a su vez, para que persiga la idea, para que interrogue esa idea a la manera del mandatario, cuando éste es el que maniobra hábilmente las claves definitorias de lo que expresa. Cuando el individuo que escucha, atento, las palabras del mandatario, no posee criterio propio, porque no puede, porque no todos pueden tenerlo, debido a un montón de desigualdades e injusticias sociales no de ahora, no de hace 14 años, sino desde que en el mundo empezaron a organizarse ciertas instituciones y sistemas mal interpretados y convenientemente acatados por algunos pocos, cuando ese mismo individuo no está activamente presente en lo que escucha, convirtiéndose en un destinatario inerte, se crea el verdadero problema.

Un desvío de atención previo al 16/12/12, elecciones de gobernadores en Venezuela (me niego a anteponerle un “República Bolivariana” que no me es propio), además en plena época Navideña donde parece que el país simplemente se detuviera para que la gente por fin desahogue sus pesares económicos con unas utilidades que para unos es un premio y para otros una condena: La enfermedad convenientemente creada (o sufrida, ¿quién puede realmente saberlo?) en los momentos de peor crisis del país: La inflación absurdamente por las nubes (un par de zapatos cuesta tanto como el valor de una quincena de un salario mínimo, salario promedio de los venezolanos); fallas de electricidad en una nación que tiene una de las fuentes energéticas más poderosas de América; falta de alimentos de la cesta básica como azúcar, café, harina de maíz P.A.N. (alimento por excelencia de las familias de clase media baja y del proletariado), papel higiénico, etc.; ropa y alimentos importados mucho más económicos que los fabricados y/o producidos acá, entre otros aspectos negativos que me daría fastidio enumerar… aunado al mayor índice de inseguridad vivido entre los siglos XX y XXI en nuestro país, nos llevan a preguntarnos: ¿Hasta cuándo seguirá la subestimación de nosotros, los venezolanos?

Habrá una misa, creo que mañana 14/12/12 (día laboral), en La Carlota. Una misa a la que asistirán, obligados, muchísimos venezolanos, para orar por la salud del señor de turno (cuyo turno ha sido eterno, paradójicamente). Hay que firmar asistencia, como en un colegio. Se trata de aquellos que trabajan en organizaciones gubernamentales, aquellos mismos que van a marchar y que tienen que firmar al llegar y al irse, cuando se haya acabado el templete. ¿Acaso esta acción no representa una forma de fascismo?

Son, a veces, empleados administrativos, operarios, obreros, que cobraron unas utilidades como nunca en su vida, que quizá recibirán del candidato a gobernación, del oficialismo, un regalito decembrino extra (lo cual no es secreto para nadie), a veces la comida del día, o quizá la del mes, o un electrodoméstico (digamos que la cesta de petróleo alcanza para eso y más, mucho más), se trata de aquellos individuos a veces muy jóvenes que crecieron viendo solamente una cara y escuchando solamente un nombre y que no conocen la alternabilidad de poder y que, quizá, no la conocerán. Me falta además mencionar aquellos que por fin tienen una carrera universitaria, porque se graduaron en una universidad nueva, que se ha jactado desde su creación en llamarse universidad pública, como si antes ninguna universidad hubiese sido del Estado, que enseña algunas cosas pero no otras (que la mayor parte de las veces tienen mucho más significado e importancia para resolver los verdaderos problemas laborales o de investigación, si hablamos de la academia). Muchas de esas personas que asistirán a la misa en la que tienen que firmar asistencia, no se habla acá de obligación, dejará de ir a trabajar (es precisamente lo que necesita el país: menos trabajo y más vagancia), o atender a su familia, o dejará de llorar a sus propios enfermos, o muertos, o heridos de bala, producto además de esta misma sociedad retorcida e inmunda.

Es una vergüenza, hay que admitirlo. Es una vergüenza que en lugar de preocuparnos porque nuestros hijos no tendrán nada de comer en un futuro bastante próximo, nos estemos preocupando por la salud de un ser que nunca se ha preocupado, realmente, por su pueblo, a no ser para hacer propaganda política sinsentido. La última desvariación a la que ha hecho alusión es la “Patria Nueva” que empezará a construir el 10 de enero del año 2013, y ni hablar del “corazón del pueblo”. Me pregunto, una y otra vez: ¿por qué “Patria Nueva”? Recuerdo que en el año 1999 ya se prometía la novedad, “esto era lo que hacía falta”, proclamaban algunos, votaban otros. Después de este montón de años, se sigue prometiendo una novedad (si antes se protestaba contra los 40 años de “mal democracia y corrupción”, ¿ahora se reclamarán los vicios de los 14 años subsiguientes?). Dispárenme si estoy equivocada, o mejor pellízquenme, no vayan a tomar al pie de la letra mis palabras. El lenguaje figurado seguramente también se ha perdido. O quizá también yo, mal denominada: disociada, escuálida y necrofílica (entre otros apelativos quizá más denigrantes que no me atrevo a reproducir), ya no me sé expresar muy bien. El país del disparate, definitivamente.

Oremos.          

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