viernes, 22 de junio de 2012

Los enigmas de Karin Godnic



La artista, nacida en Buenos Aires en agosto de 1977, quien ha recibido premios en Latinoamérica y Estados Unidos, representa ciudades contemporáneas, incluyendo en su representación artística numerosas presencias ajenas a todo reconocimiento humano, seres extraños. Su pintura minuciosa y la gran cantidad de elementos que incluye, captan la atención del espectador, quien evita pasarse algún detalle por alto. Conjuga lo absurdo con lo cotidiano y en ocasiones, muestra el choque entre la cultura urbana y esos seres provenientes de lugares desconocidos por el hombre, a través de los cuales incluso se percibe enfermedad. Godnic representa continuamente una desmaterialización de la realidad y, lo preocupante, es que la urbe pareciera estar conforme con ello, ya que no se observa ninguna figura humana contraponiéndose a la invasión, más bien parece reinar un silencio abrumador. Remiten esos invasores a elementos protagonistas de libros o cine de ciencia ficción. Lo interesante de la inclusión de dichos invasores es la luminosidad, el colorido y el dinamismo que imprimen a la obra de Godnic. Moviéndose entre la corriente figurativa - expresionista, Godnic materializa el anhelo de ofrecer al espectador sus angustias internas y su crítica frente al comportamiento de las sociedades actuales.



La modificación de las ciudades de Godnic, por la invasión, evoca miedos existenciales, imponiéndose un nuevo ritmo que coloca en entredicho el orden social establecido. Los bichos (palabra que emplea inclusive para titular algunas de sus pinturas) modifican el entorno, desencadenando batallas contra la ciudad, aunque los humanos no se den por aludidos (no parece haber una lucha en respuesta). Esos bichos caricaturescos convierten a la obra de Karin Godnic en una expresión de lo continuamente amenazador.

La realidad de la obra de Godnic aparece como desfigurada y hasta incorpórea. La presencia de círculos concéntricos, asemejando tablero de dardos, o la puntería de alguna arma de fuego que se posa sobre la ciudad, otorga la ilusión de "ciudad en la mira" a punto de desaparecer, dispersarse, disiparse, perecer... Otras corrientes artísticas atraviesan su obra, como por ejemplo el surrealismo, manifiesto a través de lo onírico, elemento de inspiración que la misma artista reconoce existente en su obra.

Además, al representar la soledad en la que en múltiples ocasiones se ve inmerso el individuo contemporáneo, Godnic evoca la teoría de los no - lugares ("espacios que no pueden definirse ni como espacios de identidad ni como relacionales ni como históricos"... el individuo conserva su calidad de anónimo frente al otro) propuesta por Marc Augé, quien además de hablar de los efectos del desarraigo en la vida contemporánea y en lo que se ha llamado la época de la sobremodernidad (caracterizada no sólo por la superabundancia de acontecimientos y espacios, sino también por la individualidad), observa que: "Ni la identidad, ni la relación, ni la historia tienen verdadero sentido, donde la soledad se experimenta como exceso o vaciamiento de la individualidad, donde el movimiento de las imágenes deja entrever a aquel que las mira desaparecer, la hipótesis de un pasado y posibilidad de porvenir". En la coexistencia de dos mundos distintos, la ciudad más la invasión extraterrestre o a través de un tráfico inmóvil e insoportable, se representa metafóricamente a la urbe moderna, donde el sujeto está perdido en la muchedumbre. Esas calles infestadas de Godnic establecen la relación enajenada entre los individuos con su entorno en el espacio del no - lugar. Esos no - lugares recrean soledad, similitud, marginando a la identidad singular. En la obra de Godnic, la presencia humana únicamente está representada por uno que otro graffiti en las paredes, la invasión ha opacado las demás presencias humanas, empujándolos al encierro, a la desaparición, a una necesidad de protección que, supone el espectador, encuentra refugio en los edificios. De esta manera, las paredes están atravesadas y mutiladas por algún tentáculo, pata o cola de los bichos usurpadores, que además parecen resultar vencedores en su tarea de invasión. No hay contraataque y lucen sonrientes, victoriosos. Los graffitis son las únicas representaciones de aquellos códigos en común  que comparten los seres humanos, y que permiten recordarle al espectador su anterior presencia, enviándole un guiño, estableciendo la complicidad intrínseca entre artista y receptor. El no - lugar acoge a los bichos, tal como habría acogido a los seres humanos que transitaran por ahí.





Detrás de las vallas publicitarias, los aparatos de aire acondicionado, el desplazamiento de móviles aéreos o terrestres está Godnic remitiendo a la época contemporánea. Los únicos humanos que aparecen en contadas ocasiones, son humanos sin rostro definido, colocados amontonados en las calles, representando una gran masa homogénea, lo cual instala la posibilidad de la melancolía y, de nuevo, la soledad. Lo masificado convirtiéndose en sinónimo de ausencia. La vida natural es escasa, ausente. Todo parece ser artificial, producido. Inclusive los bichos invasores, con sus características autómatas, como máquinas con un sólo objetivo: la destrucción de la vida. Godnic así expresa su crítica, su angustia frente a la desaparición de lo orgánico. El ímpetu por las enormes construcciones, trayendo graves consecuencias a todos los ecosistemas, constituye apenas una de las ideas de la artista. Los días del hombre están contados, cada uno de los círculos concéntricos que emergen de algunas de sus pinturas, simulando un tablero de dardos, corresponde a una onda expansiva de destrucción.  


    

La tecnología por la que el hombre ha sacrificado tanto tiempo e invertido tanto dinero, ahora se vuelve en su contra, es una recurrente idea que Godnic deja entrever en sus obras. ¿Será acaso una denuncia acerca de la fragmentación de nuestra percepción de la realidad, precisamente debido a esa dependencia tecnológica? 

Las serpentinas transformadas en posibles virus o bacterias, contagiando las ciudades, encierran a la pintura en una insuficiencia resignada, transmitiendo impotencia, ineptitud, desaliento y desesperanza. Todo se esteriliza, se abandona. El espacio de Godnic se ha impregnado de fantasmas de identidad dudosa. No hay vuelta atrás. ¿O sí? 



     

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