jueves, 20 de diciembre de 2012

Para Jacinta, con cariño

Atención Jacinta Gutiérrez. Trabajadora social, departamento de atención al ciudadano.

Crónica de una petición no exagerada.

Pensé, pienso.
Participo, comunico.
No pensé, no pienso, no participé, no comuniqué.
¿Qué diría mi padre si viviera?, ¿qué dijo mi hermana cuando ella le contó?
Hace cinco años, conmemorando el día de hoy, definitivamente fue un día fuera de lo común, un día que me gustó mucho y que no quisiera que se repitiera jamás, porque hay días que son únicos y no deben repetirse nunca. Estuve esperándolo para preparar la cena, como siempre, y comer juntos. Él siempre llega hambriento del trabajo, yo no tanto, porque hago muchas meriendas. Él siempre pregunta cómo hago para que me rinda el dinero con tantas meriendas. Yo le respondo que voy al mercado y compro un saco de naranjas cada semana, ríe.

- “Las naranjas te harán redondearte” - dice. Río yo.

Comemos. Él me ayuda a picar la cebolla, sabe que no me gusta hacerlo. Aunque sí me gusta comerla, luego que está en trocitos muy pequeños. La comida no nos queda muy buena esta vez, ambos nos miramos con cara de hambre y acordamos en pedir una pizza. La pizzería de la esquina de nuestra calle es costosa, pero siempre ha sido muy buena. No comía mucha pizza antes de conocerlo, pero como a él le gusta tanto ahora ya me acostumbré y hasta la extraño cuando pasamos más de tres días sin comer alguna. La pizza está rica, “- menos mal”, dijo él y ambos nos miramos a los ojos. Luego me levanto a lavar los platos y él se acerca, me toma de la cintura y me besa en la nuca. Un escalofrío recorre mi cuerpo y siento una enorme sensación de paz. Hacía tiempo que no me besaba con tanta ternura, pienso. Me ayuda a secar los platos y dice que tiene que darme algo importante. Sonrío. Siempre que se pone así, circunspecto, disimula más bien algún regalo que me dará posteriormente. Yo lo sé, por eso sonrío. Saca una pequeña caja del bolsillo izquierdo de su pantalón gris y lo pone en mis manos, aún húmedas y hasta un poco enjabonadas. Tiemblo un poco, de la emoción, y al abrir la caja descubro dos anillos, uno para él, otro para mí. Así comienza nuestro compromiso. Lloramos.

Apenas una semana más tarde, a la hora de la cena, conversamos acerca de tener un hijo. Esquivo un poco el tema al principio, pero en pocos minutos reflexiono acerca del asunto y empiezo a sentir que ya es el momento. Tenemos mucho tiempo de novios y ahora que todo es más formal, ¿por qué no? Un niño, o una niña, traerá más alegría a nuestro recién comprometido hogar. Pero hay algo que empieza a atormentarme los días subsiguientes: siento que tengo que comunicárselo a mi familia. Al menos a mi madre. Él no parece darle importancia a mis palabras, las evade como puede y dice que tenemos que empezar a hacer el papeleo de la adopción cuanto antes, que ese tema era difícil y que quizá pasarán años antes de que nos permitan hacernos cargo de cualquier pequeñín. Yo asiento, olvido un poco el tema de mi madre y le pregunto qué necesita de mí. Responde que todos los documentos que me identifican, por supuesto, y no debe olvidárseme la fotocopia de mi pasaporte y de la constancia de trabajo, así como los títulos obtenidos a lo largo de mi época de estudiante. Por ese lado no tengo problema, pienso, ya he recopilado algunos de mis títulos (tanto universitarios como de institutos privados en los que realicé talleres y otros cursos), pero sí tendremos que formalizar nuestra unión, le comento. Él no vacila ni un momento, me dice que tiene todo listo para dentro de un mes.

Esa sorpresa me alegra también, él siempre se encarga de todos los trámites que a mí me parecen tediosos, así como de la organización de cualquier reunión o festejo. Uno o dos días más tarde saca un sobre de su maletín marrón, que le había regalado el día de su cumpleaños número veintiséis y me lo da. En el sobre hay unas 40 invitaciones para una recepción que se llevará a cabo después de nuestro matrimonio civil. Lo abrazo, feliz. Nos besamos tímidamente. Es raro, desde hace tiempo no nos besamos así. Llega el día y nuestros amigos más íntimos vienen a compartir nuestra dicha.

Una semana después del matrimonio, ambos estamos en la agencia de adopción conversando con ud, la trabajadora social. No se comporta de forma alentadora. Regreso a casa triste, por primera vez en meses. Las alegrías no me habían abandonado hasta entonces: tengo un buen trabajo, un amor sincero a mi lado y una casa decorada a mi antojo. Solamente queremos un hijo. Y no cualquier hijo. Queremos uno al que podamos amar con todo nuestro ser y alejar de la miseria, de la inmundicia y de la incomprensión. Ya de eso sabemos nosotros dos bastante. Ahí empieza nuestra lucha.

Mi esposo es siempre el equilibrado, el que trae armonía y el que me consuela en mis momentos desesperados. Nos niegan la adopción en varias agencias, y yo no hago más que pensar de qué manera podemos llenar ese hueco que nos ahoga día tras día. Pasan meses que se convierten pronto en muchos años y seguimos viendo cómo en nuestro propio país subdesarrollado y cómo en otros países también subdesarrollados hay cada vez más niños, niños por doquier, maltratados, con hambre, viviendo en la miseria y nosotros, sin embargo, seguimos siendo indignos, desde el punto de vista legal, para adoptar algún pequeño. Empezamos a desvariar: Recorremos jugueterías juntos, visitamos escuelas, las que creemos más convenientes para la educación de un hijo que nunca llega, así como también visitamos centros deportivos, artísticos, culturales, para al menos hacernos la idea de cómo será tenerlo, en nuestros brazos, criarlo y luego hacerlo un hombre o una mujer de bien.

Al cuarto año de búsqueda en vano, me visita mi madre un domingo. Nunca espero una visita suya. Hace mucho que me fui de mi patria y uno de los principales motivos fue precisamente ella. Pero un día sin previo aviso timbra a mi puerta y allí está de pie (¿cómo consiguió mi dirección?, me pregunto). Me mira ella, un poco con desprecio, un poco con decepción, pero resignada, sin duda. Entra casi sin saludarme, un beso mal dado en la mejilla y deja a un lado una maleta pequeña, no se quedará más de tres días, sentencia. Como no la he invitado, no entiendo muy bien a dónde va a parar todo esto. Mi esposo llega a la media hora, ha salido a trotar como todos los domingos y entra apresurado a bañarse, no le gusta estar tan acalorado. Pasa tan rápido que no repara ni siquiera en la maleta de mi madre. Ella y yo estamos ahora en la cocina, le ofrezco una taza de té verde, que acepta un poco a regañadientes, declarando que no lo endulce. Me dice que sabía que algo me atormentaba y que está dispuesta a ayudarme. Yo sigo vacilante. Mi esposo sale del baño, al menos se ha puesto un short, (menos mal, pienso) y entra en la cocina. Ahora sí ve a mi madre y mi madre a él. La saluda con cariño y jovialidad y ella, con mucho más desprecio del que me ha demostrado a mí, responde al saludo. Mi esposo me mira con ternura y comprende, de inmediato, mi malestar, aunque no parece sorprendido de su presencia. Se sienta y declara: - Sra., si ha venido para ayudarnos, empecemos a planificar cómo.

Nota mi esposo mi seña de sorpresa, y dice a su vez: “Hablé con tu madre de nuestro problema y de tu pesar, ha venido en nuestra ayuda”. Me levanto, con una furia indescriptible y empiezo a insultarlos a ambos, retirándome y dando un fuerte portazo a la puerta de mi habitación. Ella corre tras de mí. Él queda inmóvil en el taburete de la cocina. Entra a mi cuarto a calmarme y yo no quepo en mí de la molestia. Me dice que ella adoptará al niño o niña y nos lo dará sin chistar. Alego que eso será prácticamente imposible, que los controles están cada vez más estrictos y difíciles, que pedirán a cada rato que demostremos que la adopción se ha llevado a cabo con regularidad y un largo etc. Ella sólo atina a pronunciar que con dinero y con su porte se puede eso, y mucho más.

El proceso comienza al siguiente día. Va acompañada de mi esposo a una de las agencias de adopción que ya habíamos visitado nosotros dos. Respiro rápidamente, los nervios me embargan, pero me quedo en casa. Mi esposo dice que es mejor no hacer mucho revuelo y no acercarme tanto, no vaya a salir algo mal. Espero. Luego de un par de horas llegan triunfantes y con caras destellantes de alegría, mi madre ha conseguido que el año entrante, a finales seguramente, tenga un bebé en casa. No entiendo mucho las explicaciones, por la enorme emoción. Le agradezco profundamente, con lágrimas en los ojos y una sensación indescriptible embargando mi ser y ella, muy seria, declara que no lo hace por mí, ni por nosotros, sino por ella misma, “a ver si finalmente logro criar bien a un hombre”, confiesa. Siento que un gran balde de agua fría cae sobre mi cabeza, desnudándome, desprotegiéndome. Mi madre ha llevado a cabo el proceso de adopción para ser ella la única tutora legal: “total, todavía estoy joven”, argumenta, utilizando a mi esposo (quien me mira ahora incrédulo y consternado) como excusa, dejándome solo de nuevo con mi tristeza, renovando el odio que sentí hacia ella la primera vez que me rechazó. 
 

jueves, 13 de diciembre de 2012

La Misa

¿Habrá alguna otra manera más original para seguir manipulando a los venezolanos? (o quizá debí decir bolivarianos). Acoto acá mismo una definición de lengua fascista que quizá ayude a comprender un poco mejor su desvirtuado significado. Según expresa Barthes: “Pero la lengua, como ejecución de todo lenguaje, no es ni reaccionaria ni progresista, es simplemente fascista, ya que el fascismo no consiste en impedir decir, sino en obligar a decir”. Extendiendo entonces esa significación, se habla del imperio de las palabras y del lenguaje en general, que como bien expresa María Adelia Díaz Ronner, alberga el nacimiento del servilismo y del poder. Si extrapolamos esta idea a los hechos, sería algo así como obligar a hacer. Esta obligación se posibilita cuando deriva de aquellos que poseen una cuota de poder. La acción de fascismo se ejerce sobre un pueblo en la medida que se intente dominarlo, inundándolo con el propio criterio del poderoso, coercionándolo, a su vez, para que persiga la idea, para que interrogue esa idea a la manera del mandatario, cuando éste es el que maniobra hábilmente las claves definitorias de lo que expresa. Cuando el individuo que escucha, atento, las palabras del mandatario, no posee criterio propio, porque no puede, porque no todos pueden tenerlo, debido a un montón de desigualdades e injusticias sociales no de ahora, no de hace 14 años, sino desde que en el mundo empezaron a organizarse ciertas instituciones y sistemas mal interpretados y convenientemente acatados por algunos pocos, cuando ese mismo individuo no está activamente presente en lo que escucha, convirtiéndose en un destinatario inerte, se crea el verdadero problema.

Un desvío de atención previo al 16/12/12, elecciones de gobernadores en Venezuela (me niego a anteponerle un “República Bolivariana” que no me es propio), además en plena época Navideña donde parece que el país simplemente se detuviera para que la gente por fin desahogue sus pesares económicos con unas utilidades que para unos es un premio y para otros una condena: La enfermedad convenientemente creada (o sufrida, ¿quién puede realmente saberlo?) en los momentos de peor crisis del país: La inflación absurdamente por las nubes (un par de zapatos cuesta tanto como el valor de una quincena de un salario mínimo, salario promedio de los venezolanos); fallas de electricidad en una nación que tiene una de las fuentes energéticas más poderosas de América; falta de alimentos de la cesta básica como azúcar, café, harina de maíz P.A.N. (alimento por excelencia de las familias de clase media baja y del proletariado), papel higiénico, etc.; ropa y alimentos importados mucho más económicos que los fabricados y/o producidos acá, entre otros aspectos negativos que me daría fastidio enumerar… aunado al mayor índice de inseguridad vivido entre los siglos XX y XXI en nuestro país, nos llevan a preguntarnos: ¿Hasta cuándo seguirá la subestimación de nosotros, los venezolanos?

Habrá una misa, creo que mañana 14/12/12 (día laboral), en La Carlota. Una misa a la que asistirán, obligados, muchísimos venezolanos, para orar por la salud del señor de turno (cuyo turno ha sido eterno, paradójicamente). Hay que firmar asistencia, como en un colegio. Se trata de aquellos que trabajan en organizaciones gubernamentales, aquellos mismos que van a marchar y que tienen que firmar al llegar y al irse, cuando se haya acabado el templete. ¿Acaso esta acción no representa una forma de fascismo?

Son, a veces, empleados administrativos, operarios, obreros, que cobraron unas utilidades como nunca en su vida, que quizá recibirán del candidato a gobernación, del oficialismo, un regalito decembrino extra (lo cual no es secreto para nadie), a veces la comida del día, o quizá la del mes, o un electrodoméstico (digamos que la cesta de petróleo alcanza para eso y más, mucho más), se trata de aquellos individuos a veces muy jóvenes que crecieron viendo solamente una cara y escuchando solamente un nombre y que no conocen la alternabilidad de poder y que, quizá, no la conocerán. Me falta además mencionar aquellos que por fin tienen una carrera universitaria, porque se graduaron en una universidad nueva, que se ha jactado desde su creación en llamarse universidad pública, como si antes ninguna universidad hubiese sido del Estado, que enseña algunas cosas pero no otras (que la mayor parte de las veces tienen mucho más significado e importancia para resolver los verdaderos problemas laborales o de investigación, si hablamos de la academia). Muchas de esas personas que asistirán a la misa en la que tienen que firmar asistencia, no se habla acá de obligación, dejará de ir a trabajar (es precisamente lo que necesita el país: menos trabajo y más vagancia), o atender a su familia, o dejará de llorar a sus propios enfermos, o muertos, o heridos de bala, producto además de esta misma sociedad retorcida e inmunda.

Es una vergüenza, hay que admitirlo. Es una vergüenza que en lugar de preocuparnos porque nuestros hijos no tendrán nada de comer en un futuro bastante próximo, nos estemos preocupando por la salud de un ser que nunca se ha preocupado, realmente, por su pueblo, a no ser para hacer propaganda política sinsentido. La última desvariación a la que ha hecho alusión es la “Patria Nueva” que empezará a construir el 10 de enero del año 2013, y ni hablar del “corazón del pueblo”. Me pregunto, una y otra vez: ¿por qué “Patria Nueva”? Recuerdo que en el año 1999 ya se prometía la novedad, “esto era lo que hacía falta”, proclamaban algunos, votaban otros. Después de este montón de años, se sigue prometiendo una novedad (si antes se protestaba contra los 40 años de “mal democracia y corrupción”, ¿ahora se reclamarán los vicios de los 14 años subsiguientes?). Dispárenme si estoy equivocada, o mejor pellízquenme, no vayan a tomar al pie de la letra mis palabras. El lenguaje figurado seguramente también se ha perdido. O quizá también yo, mal denominada: disociada, escuálida y necrofílica (entre otros apelativos quizá más denigrantes que no me atrevo a reproducir), ya no me sé expresar muy bien. El país del disparate, definitivamente.

Oremos.          

sábado, 6 de octubre de 2012

"Algo bueno está pasando"

Llegué el 3 de octubre a mi hermosa Venezuela. La emoción de ver a mi familia, en conjunto con esta energía renovada que se respira en las esquinas de Caracas me tiene muy atontada. Atontada en el mejor sentido de la palabra... si es que puede haber un buen sentido de la palabra atontada. 

Ya venía yo viendo muchas sonrisas en la gente, muchas frases políticas escapándosele de las bocas a todos y todas. Mucho rollo mediático, cancioncitas en el aire, pancartas por doquier, pero hoy, ¡ay hoy! explotó en alegría no solamente la zona de Caracas donde vivo, Bello Monte, sino además muchísimas otras zonas de la maravillosa capital y de Venezuela en general. Los sonidos, frases como "... algo bueno está pasando" (perteneciente a la canción representante de la oposición: Hay un camino) y un tímido estribillo que reza algo más o menos así: "... con Chávez corazón del pueblo" (con corazoncitos pintados con las manos, después de haberle entregado armas a un montonazo de personas no capacitadas para manipularlas), se entrechocan y producen confusión y encanto, todo junto. Todo junto porque la timidez prontamente se ve opacada por la algarabía y los vítores representando al verdadero pueblo que después de catorce años no se aguanta un atropello ni una subestimación más. Pues sí se caceroleó con ganas en Caracas hoy 6 de octubre, un día previo al evento que decidirá el rumbo de un país que pudiera haberse convertido en potencia latinoamericana muchos años atrás. Y este cacerolazo, por primera vez, no fue de enojo, no fue de rabia, no fue de inconformidad. Este cacerolazo se sintió distinto: se sintió alegre, musical, magnífico. 

Sin importar los resultados, el verdadero pueblo (no la "clase media" como insisten llamar a los caceroleadores de hoy, no "la oligarquía", no los "pitiyanquis", no los "majunches", no los "disociados", no los "necrofílicos" y una enorme lista de adjetivos descalificadores y vulgares que opacarían mi página creada a través de teclas sudorosas, producto de manos temblorosas y dedos hinchados de la emoción de hace unos momentos atrás), hace sentir su voz, su esperanza, su energía, su alegría, previo a un día que pintaba ser de incertidumbre y miedo. Sí podemos. Sí podemos hacer, sí podemos lograr, sí podemos cambiar. 

Más allá de consignas políticas que benefician al opositor, más allá de frases hechas sacadas de contexto y utilizadas al antojo de grupitos y grupotes, más allá de cacerolas, quejas, llanto, odio y demás emociones bajas, vivir hoy al vecino, a la vecina, a los más pequeños, a los más ancianos, escuchar las músicas que siguen sonando desde los balcones de mi imponente ciudad, bajo un cielo lluvioso e incierto, pero maravilloso, hoy me siento orgullosa, hoy reivindico mi identidad como venezolana y como ser humano. Humana porque siento, porque percibo, porque me angustio, porque me entristezco, porque me inflo de risas y exploto desde la ventana junto a mi olla, mi garganta, mi familia, mi vecino, nuestra música, nuestra expectativa, nuestra mente, nuestro corazón. 

El poder concentrado en una sola mano más de 6 años empieza a corromper a quien lo posee (nosotros ya pasamos hasta el doble de esa cantidad que parece ser la más sensata para completar obras y cubrir algunas de las necesidades más importantes de un pueblo). Venezuela necesita a otro empleado público que la represente de forma digna internacionalmente y que trabaje al servicio de ella, haciéndola crecer realmente, no a un ser que se cree un rey y que manipula cuando y como quiere a lo que él cree que son sus súbditos porque tiene bastante dinero bajo la manga; dinero que, dicho sea de paso, no le pertenece. Hoy vivo la emoción, mañana vivo la expectativa, pasado vivo el cambio. Y mis compatriotas, mis camaradas, mis bolivarianos, MIS VENEZOLANOS... también. Mi bandera tiene tres colores, no uno... ¡Qué viva Venezuela, caracha negra!


domingo, 24 de junio de 2012

Machismos que dan rabia

Publicidad de alfajores (vallas publicitarias en la actualidad en Capital Federal, Buenos Aires, Argentina): 

"¿Amigos o novia?" 

El que decide con quién compartir es él, al que la sociedad adjudica el poder adquisitivo para comprarse el alfajor (producto alimenticio que no es exclusivo para hombres). El hombre decide si compartirá el placer de comerse el alfajor con ella, su novia, o con los amigotes. 

Pensemos en la reformulación: "¿Amigas o novio?". En la frase original, ella es de él, le pertenece, es "su" novia; en la reformulación, todo el sentido cambia, exactamente a la interpretación contraria. Para una sociedad que reclama la igualdad de género, hubiese estado mejor dedicar la publicidad a un mundo más amplio de consumidores. 

Muchas mujeres, no me atrevo a decir todas porque sería una burda generalización y todos y todas sabemos que existen mujeres mucho muy machistas, no comprarían ese alfajor aunque sea uno de los mejores del mercado, porque en ningún momento se sentirían aludidas, más bien, se encuentran en un claro segundo plano. Parece más bien una publicidad de desodorante, o perfume, masculino. Aunado a lo anterior, los amigos, en la misma frase, ocupan el lugar primordial, es decir, la primera opción siempre serán los amigos, y luego se piensa en la compañera de turno. 

Propongo un planteamiento alternativo: "¿Pareja o panas?". El problema está, evidentemente, en que "panas" no pertenece a la jerga argentina, pero es más abarcativo que el término "amigos", incluyendo a más de un género. Bueno, no podía resolverles todo tampoco. ¿O sí?

Ya vengo, voy por un alfajor.





viernes, 22 de junio de 2012

Los enigmas de Karin Godnic



La artista, nacida en Buenos Aires en agosto de 1977, quien ha recibido premios en Latinoamérica y Estados Unidos, representa ciudades contemporáneas, incluyendo en su representación artística numerosas presencias ajenas a todo reconocimiento humano, seres extraños. Su pintura minuciosa y la gran cantidad de elementos que incluye, captan la atención del espectador, quien evita pasarse algún detalle por alto. Conjuga lo absurdo con lo cotidiano y en ocasiones, muestra el choque entre la cultura urbana y esos seres provenientes de lugares desconocidos por el hombre, a través de los cuales incluso se percibe enfermedad. Godnic representa continuamente una desmaterialización de la realidad y, lo preocupante, es que la urbe pareciera estar conforme con ello, ya que no se observa ninguna figura humana contraponiéndose a la invasión, más bien parece reinar un silencio abrumador. Remiten esos invasores a elementos protagonistas de libros o cine de ciencia ficción. Lo interesante de la inclusión de dichos invasores es la luminosidad, el colorido y el dinamismo que imprimen a la obra de Godnic. Moviéndose entre la corriente figurativa - expresionista, Godnic materializa el anhelo de ofrecer al espectador sus angustias internas y su crítica frente al comportamiento de las sociedades actuales.



La modificación de las ciudades de Godnic, por la invasión, evoca miedos existenciales, imponiéndose un nuevo ritmo que coloca en entredicho el orden social establecido. Los bichos (palabra que emplea inclusive para titular algunas de sus pinturas) modifican el entorno, desencadenando batallas contra la ciudad, aunque los humanos no se den por aludidos (no parece haber una lucha en respuesta). Esos bichos caricaturescos convierten a la obra de Karin Godnic en una expresión de lo continuamente amenazador.

La realidad de la obra de Godnic aparece como desfigurada y hasta incorpórea. La presencia de círculos concéntricos, asemejando tablero de dardos, o la puntería de alguna arma de fuego que se posa sobre la ciudad, otorga la ilusión de "ciudad en la mira" a punto de desaparecer, dispersarse, disiparse, perecer... Otras corrientes artísticas atraviesan su obra, como por ejemplo el surrealismo, manifiesto a través de lo onírico, elemento de inspiración que la misma artista reconoce existente en su obra.

Además, al representar la soledad en la que en múltiples ocasiones se ve inmerso el individuo contemporáneo, Godnic evoca la teoría de los no - lugares ("espacios que no pueden definirse ni como espacios de identidad ni como relacionales ni como históricos"... el individuo conserva su calidad de anónimo frente al otro) propuesta por Marc Augé, quien además de hablar de los efectos del desarraigo en la vida contemporánea y en lo que se ha llamado la época de la sobremodernidad (caracterizada no sólo por la superabundancia de acontecimientos y espacios, sino también por la individualidad), observa que: "Ni la identidad, ni la relación, ni la historia tienen verdadero sentido, donde la soledad se experimenta como exceso o vaciamiento de la individualidad, donde el movimiento de las imágenes deja entrever a aquel que las mira desaparecer, la hipótesis de un pasado y posibilidad de porvenir". En la coexistencia de dos mundos distintos, la ciudad más la invasión extraterrestre o a través de un tráfico inmóvil e insoportable, se representa metafóricamente a la urbe moderna, donde el sujeto está perdido en la muchedumbre. Esas calles infestadas de Godnic establecen la relación enajenada entre los individuos con su entorno en el espacio del no - lugar. Esos no - lugares recrean soledad, similitud, marginando a la identidad singular. En la obra de Godnic, la presencia humana únicamente está representada por uno que otro graffiti en las paredes, la invasión ha opacado las demás presencias humanas, empujándolos al encierro, a la desaparición, a una necesidad de protección que, supone el espectador, encuentra refugio en los edificios. De esta manera, las paredes están atravesadas y mutiladas por algún tentáculo, pata o cola de los bichos usurpadores, que además parecen resultar vencedores en su tarea de invasión. No hay contraataque y lucen sonrientes, victoriosos. Los graffitis son las únicas representaciones de aquellos códigos en común  que comparten los seres humanos, y que permiten recordarle al espectador su anterior presencia, enviándole un guiño, estableciendo la complicidad intrínseca entre artista y receptor. El no - lugar acoge a los bichos, tal como habría acogido a los seres humanos que transitaran por ahí.





Detrás de las vallas publicitarias, los aparatos de aire acondicionado, el desplazamiento de móviles aéreos o terrestres está Godnic remitiendo a la época contemporánea. Los únicos humanos que aparecen en contadas ocasiones, son humanos sin rostro definido, colocados amontonados en las calles, representando una gran masa homogénea, lo cual instala la posibilidad de la melancolía y, de nuevo, la soledad. Lo masificado convirtiéndose en sinónimo de ausencia. La vida natural es escasa, ausente. Todo parece ser artificial, producido. Inclusive los bichos invasores, con sus características autómatas, como máquinas con un sólo objetivo: la destrucción de la vida. Godnic así expresa su crítica, su angustia frente a la desaparición de lo orgánico. El ímpetu por las enormes construcciones, trayendo graves consecuencias a todos los ecosistemas, constituye apenas una de las ideas de la artista. Los días del hombre están contados, cada uno de los círculos concéntricos que emergen de algunas de sus pinturas, simulando un tablero de dardos, corresponde a una onda expansiva de destrucción.  


    

La tecnología por la que el hombre ha sacrificado tanto tiempo e invertido tanto dinero, ahora se vuelve en su contra, es una recurrente idea que Godnic deja entrever en sus obras. ¿Será acaso una denuncia acerca de la fragmentación de nuestra percepción de la realidad, precisamente debido a esa dependencia tecnológica? 

Las serpentinas transformadas en posibles virus o bacterias, contagiando las ciudades, encierran a la pintura en una insuficiencia resignada, transmitiendo impotencia, ineptitud, desaliento y desesperanza. Todo se esteriliza, se abandona. El espacio de Godnic se ha impregnado de fantasmas de identidad dudosa. No hay vuelta atrás. ¿O sí? 



     

jueves, 21 de junio de 2012

Gran Misión A Toda Vida Venezuela

Esta mañana me entero de la existencia de la "Gran Misión A Toda Vida Venezuela", que desea implementar el sr. Hugo Chávez, en función de luchar en contra de la inseguridad que azota a nuestro país desde hace muchísimos años, pero que sin duda, se ha ido agravando de manera exponencial los últimos cinco años. No pude dejar pasar por alto este hecho, a diferencia de miles de otros hechos que he dejado pasar porque ya me he ido acostumbrando al "ya nada me sorprende", pero preciso hoy de este desahogo, para no tener pesadillas esta noche, como solía tener cada vez que escuchaba al sr. cuando abría la bocota hasta que decidí empezar a escucharlo menos seguido, para evitar que su verruga torcida distorsionara mis sueños.  

Ni hablar. El sr. admite que hay inseguridad en nuestro país. Es que estuvo viviendo en y viajando a otros lugares mientras tanto. No sólo omite los 13 años anteriores de desgracias, sino que los adjudica a un sistema externo. ¿Será que eso también lo importamos? (como todo lo demás...). Importamos de las culturas neoliberales los asesinos, violadores, ladrones y un enorme etcétera, al igual que TODOS los demás productos que nos permiten la subsistencia como nación. Incluso la ropa, porque ni eso somos capaces de fabricar. Más allá de esto, no sé, supongo que hace 13 años, algún niño estaba en la calle o viviendo en condiciones de miseria... Ese niño no le importó ni medio partido por la mitad y luego del tiempo transcurrido durante su mandato, el niño se convirtió en un adolescente delincuente... ese niño no nació en la IV República, y aunque se alegue que es consecuencia de los benditos 40 años de despilfarro democrático o del "capitalismo salvaje" del que tanto se llena la bocota este ser... ¿no tuvo suficiente tiempo Y DINERO a manos llenas para cambiarlo... para proponerle un mejor modo de vida?, ¿por qué en lugar de hablar tanta pistolada y escudarse en los sistemas aplastantes del imperio (que no es poco ni lo niego en ningún momento) no hizo uso de su inteligencia estratégica para revolucionar (de verdad) el país y hacerlo digno ejemplo de otras naciones de Latinoamérica que cuentan con menos recursos económicos?  Mejor dicho: ¿Por qué no se enfocó, como es su trabajo, en proponernos y ofrecernos a todos y todas mejores medios de vida, oportunidades de verdad (no regalos miserables y no renovables), mejores sistemas de educación, de planes de vivienda? ¿Por qué no se encargó verdaderamente de los niños marginados (quienes funcionaron como bandera en algunos de sus discursos presidenciales más emblemáticos) que se convertirían en delincuentes?, ¿por qué no les ofreció a esos mismos niños y jóvenes de hace 13 años (ahora adolescentes y adultos) mejores oportunidades?, ¿por qué no le ofreció a la clase trabajadora y luchadora unas calles donde se pudiera caminar tranquilos después de las 10pm (o incluso a plena luz del día), sin verse atropellados por algún hecho delictivo? 

Ahora, por si fuera poco todo el dinero que ha gastado en las misiones anteriores, la mayoría de las cuales sencillamente fracasó, propone la creación de OTRA misión (cuyo nombre aparte de ridículo carece de sentido real, o al menos no siento que lo transmita), previa a las elecciones de octubre de este año. Ahora es cuando RECONOCE pública y abiertamente que Venezuela vive en estado de tensión, que ninguna familia está tranquila hasta saber que todos los integrantes de la misma ha llegado a casa ese día "sano y salvo". Ahora el sr. admite la existencia de altos índices de inseguridad, ahora que las cifras ya no pueden esconderse más, ahora que se acerca la fecha que lo pone en jaque, aunque siga moviendo las piecitas a su antojo. Más allá de no saber qué sucederá el 7 de octubre del presente año, más allá de desear profundamente que se mueva un poco la mata y que el discurso se transforme, que adquiera otros matices y deje de quedarse solamente en palabras, más allá de empezar a pensar de forma optimista frente a lo que pudiera significar una verdadera revolución en Venezuela, me encantaría que no se burlen más de nosotros, que no nos subestimen como nación y que dejen la demagogia de lado aunque sea un rato, porque mientras tanto, más y más venezolanos pierden la vida en mano de otro que hace tiempo también la perdió, y que no tuvo a nadie (ni poderoso ni no poderoso) que le ofreciera algo distinto y, en definitiva, mejor. 

Hay que ser bien poco crítico o nada interpretativo (hecho que verdaderamente dudo porque conozco que los venezolanos son perspicaces, lúcidos, abiertos y perceptivos) para aplaudir la creación de otra misión a estas alturas del partido, a menos (como ha solido ocurrir durante estos 13 años de gobierno) que se estén beneficiando económicamente del desbarajustado país. 

viernes, 11 de mayo de 2012

Respuesta al vídeo "Caracas, ciudad de despedidas".

Hace una semana aproximadamente, unos compañeros me mostraron un vídeo que había sido realizado por jóvenes caraqueños acerca de su ciudad. Como me encuentro fuera de Caracas, ciudad en la que nací, y suponiendo que encontraría material importante en dicho vídeo, me dispuse a verlo con mucho entusiasmo. Saber que jóvenes rinden homenaje a su ciudad, sobre todo cuando deciden ir a estudiar al exterior, lo llena a uno siempre de cierto orgullo. Así es que puse a cargar el vídeo, mientras hacía otras cosas. Cuando me dispuse a verlo, me di cuenta que a los primeros 30 segundos no había logrado captar mi atención en lo absoluto. Sin embargo, supuse que a medida que transcurriera (dura aproximadamente 17 minutos), el argumento iba a desarrollarse de forma más coherente y propicia para la situación que se vive actualmente en Venezuela. 

Me fui de mi país hace unos años, con la intención no sólo de estudiar un postgrado (y repleta de ánimos de aventura), sino también por conocer otra cultura. Paralelamente, en la ciudad se estaban (y se están) viviendo momentos de violencia y delincuencia inimaginables, que producen terror en los jóvenes y en sus padres. No es mentira para nadie que los últimos años Caracas se ha venido convirtiendo en un lugar bastante inseguro, en el que te puede pasar una desgracia en el momento más inesperado. Lamentablemente, a cada uno de nosotros nos ha tocado vivir (en carne propia o de algún allegado cercano) algún evento o episodio injusto y violento, independientemente de la clase social que representemos. No se puede tener nada de valor a la vista, cualquiera se cree con el derecho de robar o hacer algo peor (incluidos secuestros, violaciones o asesinatos, que quedan generalmente impunes), se vive en un estado de alerta y con los nervios a flor de piel, sobre todo en las noches (aunque los días ya no se están quedando atrás), por lo que la gente prefiere encerrarse en casa lo más pronto posible, apenas el anochecer toque a la ciudad. Sin embargo, Caracas tiene hermosas cosas que ofrecer, sobre todo a aquellos que nacieron ahí. Supongo que lo mismo debe ocurrir con cualquier ciudad. Se desarrolla un amor diferente por el lugar que te vio nacer que por la ciudad que te alberga después. Por mi parte, extraño horrores mi ciudad. La pienso en las mañanas, la pienso en las tardes, la pienso en las noches. Cierro los ojos y veo el esplendor de la montaña, El Ávila, imagino las autopistas en días feriados (¡una maravilla!) y días laborales (¡un caos!), recuerdo olores (frutales, vegetales, frituras, basura), colores (los verdes, los azules, todos distintos a los que veo ahora, inexplicablemente) y sabores (miles), todo en un segundo. Extraño la ciudad, a pesar de lo desordenada y convulsionada que pueda ser. La respeto y reconozco lo malo en ella, le temo muchas veces, otras la admiro. Porque así suele ocurrir: Todo tiene un lado bueno, todo tiene un lado malo. Las decisiones de cada uno, basadas (o no) en episodios de violencia son, sin duda, incuestionables, lo que aquí me propongo es dar mi opinión del vídeo "Caracas, ciudad de despedidas", el cual posteo a continuación, que desató polémicas, debido a cómo está presentado. 


Después de verlo una sola vez (no pude verlo de nuevo. De hecho, lo vi por partes, después del minuto 6 ya no podía seguir viéndolo, por lo que tuve que retomarlo otro día...), me deja una sensación de desaliento terrible. En un momento incluso me cercioré de no estar viendo una burla del vídeo original, porque no podía creer lo que a mis ojos se transmitía. Hay varias cosas que me pregunto, una y otra vez, entre ellas: ¿qué educación recibieron estos chamos?, ¿quiénes son sus padres?, ¿sabrán que sus hijos hicieron el ridículo de esta manera?, ¿qué opinarán de este vídeo sus maestros / profesores? Más allá de la clase social que representen, que supongo es una clase privilegiada, por los lugares de la filmación o por la manera en que algunos se expresan, catalogándolos con acento "sifrinito", no creo haber conocido jóvenes así cuando me encontraba en mi país. Y, la verdad, espero no conocerlos nunca. Es decir, siempre tenemos la oportunidad de codearnos con personas de distintos niveles socio - económicos, conocer gente muy diferente a uno sobre todo si se estudió en una universidad pública, pero más allá de eso, me quedé sumamente sorprendida y hasta entristecida al ver a un grupo de jóvenes con argumentos vacíos del por qué quieren irse del país. Creo que habría bastado con decir, simplemente y de forma directa, que se quieren ir porque encuentran mejores oportunidades en otros lugares (ese argumento es totalmente comprensible desde cualquier lugar del que se mire). Por lo general, no sólo son venezolanos los que se van de su país a estudiar (no sólo ahora, siempre ocurrió, quizá ahora es más visible, gracias a los avances tecnológicos), sino también mexicanos, chilenos, colombianos, peruanos, bolivianos, puertorriqueños, etc. a otros países... inclusive, no sólo son latinoamericanos los que buscan nuevos rumbos, también de otras nacionalidades (europeos por montón, asiáticos, norteamericanos...) y lo hacen no únicamente por motivos económicos, sociales, políticos, sino por búsquedas personales, culturales, educacionales, espirituales y hasta amorosas. Si, aunado a cualquiera de esas búsquedas, ocurren hechos de violencia con mucha frecuencia en el lugar de donde eres o en el lugar en el que estás, ¿qué opción más válida la de querer irse a formar un futuro menos incierto en otro sitio? Por mi parte, siempre tuve (y los tengo aún) enormes deseos de volver. Volver para seguir construyendo el país hermoso que estoy segura que tenemos, pero al que le falta mucho cariño y empeño para sacar adelante, sobre todo en estos tiempos turbulentos de no gobernabilidad. Pero quiero volver más preparada, para tener algo mejor que ofrecer. Y así pensamos algunos, no todos. Los respeto por igual, porque sé que muchos se fueron huyendo porque habían tenido que vivir algún episodio fatal en la ciudad que los vio nacer y que, lo más lógico, es que no quieran recordarlo nunca más. Pero más allá de eso, si se quiere denunciar una situación, ¿por qué no hacerlo con claridad, con compromiso por lo que se dice, por lo que se siente? Me quedo muy avergonzada de estos jóvenes, muy desconcertada. Por ejemplo, a la que dice que viene a Argentina (o que vive acá, ya no lo recuerdo bien) espero no cruzármela nunca, las razones sobran. Los jóvenes que se prestaron para hacer este vídeo parecen drogados todo el tiempo, somnolientos, con falta de energía y de entusiasmo para todo. No se saben expresar y cuando lo hacen no modulan, o no quieren modular. Hay una que sufre desórdenes de bipolaridad o de personalidad, prefiere una Caracas sin gente, se ríe y llora, todo al mismo tiempo, aplaude cuando el avión aterriza y eso ahora la hace más venezolana (antes le daba asco esa actitud ridícula de los desordenados venezolanos), sufre graves problemas de identidad y eso ya no tiene nada que ver con una ciudad violenta, ni una ciudad de despedidas, eso tiene que ver con otros factores que no me largaré a redactar, porque no vienen al caso, pero el problema fundamental está en su familia, no en la ciudad. El otro habla de la necesidad de una mejor educación, eso sin duda, pensé yo, sobre todo para los realizadores de este vídeo. Ni lo cursi les quedó bien. No hay respeto por lo que expresan, lo hacen con desgano y desinterés y "se irían demasiado" (ahora la frase de moda en la jerga popular y en las redes sociales), porque no tienen más nada que ofrecer al espectador. Que se vaya demasiado, y muy pronto por favor, personas así no necesita el país. 

Más allá de ideologías políticas (estos jóvenes estarían representando al antichavismo, porque evidentemente cualquier chavista querría vivir en el país que gobierna su líder), pienso que estaría excelente cuidarse de realizar ciertos documentales que en lugar de aportar, siguen destruyendo todavía más al país y la imagen del venezolano.

Afortunadamente, se hizo una respuesta al vídeo, mucho más concisa, bastante burlesca e irónica (justo lo que, a mi parecer, se merecía la payasada anterior, de casi 20 minutos de duración) titulada: "Caracas, ciudad de ¿Despedidas?... ¡No! Ciudad de Lucha y Corazón!". Creo que no tengo mucho que agregar al respecto. Acoto que con la presentación de las marcas extranjeras se dirigen a las clases sociales más altas, y reitero que no es problema de clases, es un problema que nos atañe a todos por igual. Estoy de acuerdo con lo planteado, habría desarrollado mejor ciertas ideas, pero creo que quedó bien clara la respuesta. Y lo más importante de todo, este vídeo también está desarrollado por jóvenes, venezolanos, que en ningún momento irrespetan a los espectadores, a diferencia de los borrachines anteriores, por catalogarlos de alguna manera...

     

El cambio está en nosotros.